Desde que soy profesor, y creo que mucho tiempo antes también, nunca me he cansado de repetir sobre la conveniencia de dejar ciertas «puertas» siempre abiertas.
Durante los últimos años tuve la oportunidad de abrir «una» que daba acceso a un aula, la 302. Un espacio apartado, ciertamente poco considerado y con una puerta que, aunque algunos se empeñaban en cerrar, nosotros siempre abríamos con más ganas.
En esta aula todo el mundo era bienvenido siempre ya que nada había que ocultar. Creo que, hasta el momento, ha sido el espacio en el que he aprendido más cosas y el que me ha permitido conocer y trabajar con personas maravillosas. Gracias a este lugar, también he podido vivir una de las experiencias más enriquecedoras viendo crecer y luchar por sus sueños a un grupo de adolescentes.
Las contradicciones del sistema provocan que, en ciertas ocasiones, tengamos que cerrar una puerta para poder abrir otra. Las contradicciones de la vida provocan que uno no siempre pueda abrir la puerta cuando le gustaría, así que espero poder abrir pronto la siguiente.
Ahora solo puedo agradecer a todas las personas que vinieron al aula 302 con entusiasmo, con ganas de aprender y compartir, con interés, con paciencia, con sorpresas… y, especialmente, agradecer a aquellas personas que vinieron a poner obstáculos porque, sin quererlo ni saberlo, nos ayudaron a ser más fuertes.